La Mujer La Homosexualidad,El Genero y La Religión.2

Aború aboyé abosisé.
Aláàfiá.

Durante siglos, se ha considerado que el var... Ver másón era superior a la mujer; ésta no parecía tener valor por sí misma, era el complemento del varón y su única misión era servirle. Otras veces se ha considerado al varón y a la mujer como dos mitades de la humanidad. En este sentido se hizo como una distribución de virtudes y cualidades. Se ha hablado de virtudes femeninas y masculinas y de roles sociales: los trabajos desarrollados por las mujeres eran considerados como subalternos y de simple apoyatura a los masculinos. Y durante siglos se ha repartido el mundo pensando que la esfera privada pertenecía a las mujeres y la pública a los varones. Esos modelos de complementariedad están hoy superados, pues todas las razones pseudocientíficas en las que se apoyaban están hoy desmentidas por las evidencias de la ciencia. Sin embargo, teniendo cada persona, sea varón o mujer, capacidad para ejercitar todas su virtudes, éstas cristalizan igualmente de un modo distinto en el varón y en la mujer. Esta importancia de los roles sexuales queda patente en la importancia que ellos tienen tanto para la propia personalidad del individuo como para las relaciones grupales y sociales del mismo. Es decir, que existe una influencia muy importante para la vida personal de un individuo y sus consecuentes actos; ¿a qué se debe esta caracterización? ¿qué es lo que nos hace diferentes los unos de los otros?
La teoría del aprendizaje social destaca el papel que la observación y el moldeamiento desempeñan en la adquisición de conductas adecuadas para cada sexo. A su vez, la teoría cognitiva insiste en los caminos a través de los cuales los niños se socializan, tras haber quedado firmemente categorizados como varón o hembra.
Dentro del enfoque antropológico, podemos distinguir tres conjuntos de teorías: las elaboradas por los primeros antropólogos, las derivadas del enfoque funcionalista y las enmarcadas dentro de la corriente estructuralista.Tambien se postuló la idea del colectivismo sexual primitivo que conlleva necesariamente al matriarcado, ya que la única manera de asegurar la filiación es por vía materna. Si la sociedad considera útil establecer una cierta pauta caracteriológica para un grupo de sus miembros, lo hará sin tener en cuenta sus cualidades reales, y tendrá éxito casi siempre. Los hombres se han reservado para sí el desempeño de aquellas tareas más importantes para el funcionamiento social, especialmente en la medida en que éstas implican el control sobre los demás aspectos de la dinámica social. Las características propias de cada sexo que encontramos en las expectativas y prescripciones sociales son: los hombres son más inteligentes, fuertes, hábiles y ágiles que las mujeres; están interesados en valores teóricos, económicos y políticos, mientras que las mujeres lo están en valores estéticos, sociales y religiosos; la personalidad del hombre posee como rasgos la independencia, dominancia, motivación por el éxito e inexpresividad, y de la mujer, la dependencia, afectividad y expresividad; el hombre tienen una sexualidad poderosa y activa, mientras que en la mujer el desarrollo de ésta es mínimo y tiene un carácter marcadamente pasivo. Es muy probable que en la Prehistoria, nuestras ancestras le pidieran a la Madre Naturaleza alimento y protección de los fenómenos naturales que hacían difícil su supervivencia. Sin embargo, hoy día son muchos los que están convencidos de que serían los padres de familia varones, los que pedirían ayuda mágica a un Dios masculino. Y creen que le solicitarían auxilio, para cazar animales y así poder mantener a su compañera embarazada y a sus hijos.Pero no debemos dejar ausente la gran importancia que en Culturas milenarias tuvo el matriarcado como simbolo de sabiduria y poder de la mujer ensalzando aquello que las hacia superiores al varon al no poder procrear. . Las muchas formas legales de la ética hoy, y su distancia respecto a la antropología irrita tanto a los médicos como a los ciudadanos que tienen que ser pacientes. Uno debe aprender a comprender: el hombre y la mujer se miran como seres diferentes porque están culturizados para percibir las diferencias. Esto lo aplican a sí mismos porque la percepción de las diferencias alimenta la auto-comprensión de los humanos. De niños, en la cultura occidental se nos dice que somos diferentes: un chico, una chica.
La radical diferencia entre hombre y mujer, fundamental como lo es para el ordenamiento jurídico, resulta contrariada por la mirada secreta del hombre que también es mujer, o de la mujer que también es hombre. De esa mirada que no es neutra, y de esa realidad dicen nuestro ordenamiento social y nuestra manera de hablar que no existen, que carecen de fundamentos, que son patológicos, surrealistas, fuera del orden condenables. Pero entonces queda pendiente la pregunta: ¿acaso no será la diferenciación entre hombre y mujer una norma social y no un mero dato natural?.

Desde esta perspectiva, el andrógino es el signo del deseo de una unidad que ni el derecho ni la norma social logran satisfacer. No sorprende que la legitimación envuelta en la forma en que el discurso jurídico articula la diferencia entre los sexos. Siempre está dirigida a una interpretación muy limitada de la historia de nuestra cultura occidental y circunscrita por su propia normatividad. A esto se suma el hecho de que hoy por hoy diferentes técnicas médicas rebasan la imagen tradicional de la diferenciación de los sexos. Resulta importante comprobar que nuevamente es la historia humana misma la que resulta involucrada al separarse el ser-mujer de la reproducción. Ciertamente la función reproductiva no es intercambiable al antojo, pero, con todo, mediante las nuevas técnicas se ha traspasado un límite comparable a aquél que traspasa el transexual.
El andrógino aparece como símbolo del anhelo de unidad que el derecho y la norma social no pueden dar. La cuestión del andrógino tiene sus raíces en la mayoría de las culturas y expresa contínuamente el tema de la relación entre el hombre y la mujer. El relato de Aristófanes penetra profundamente en la cuestión de la existencia humana. El ser humano no es algo fijo, ni se realiza completamente en la orgullosa autonomía del individuo, bien sea hombre o mujer. Al contrario, ser humano significa, en su sentido más profundo, depender del otro y estar presente . 


Ogbó ató.
Chief Iyaonifa Ajé Fabukolá Odugbemí.

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