Yoruba. El cobro de los derechos. Linaje Odugbemi.

Aboru boye...

“En nuestra religión –como todo en la vida-, todo tiene su precio, no se hace nada sin cumplimentar éste, porque así ha sido determinado por los Orisas...”

En una oportunidad Orunmila le dijo a sus hijos los babalawos: “Vosotros teneis que enseñar a la gente que, pagar por el bien que se recibe no es retribuir al pie de la letra; es agradecer, apreciar, respetar y corresponder en alguna medida a los Orisas y a ustedes, sus sacerdotes y sacerdotisas...”

Antes de que Orunmila emitiera a sus hijos el mensaje que acabamos de citar, los babalawos predicaban y practicaban el bien a la humanidad gratuitamente, vivían en la más absoluta pobreza y desposeídos totalmente de bien material alguno. Se sustentaban, o al menos lo intentaban, de la caridad publica, y se conformaban con lo que ésta, cada vez más miserablemente, les concedía en reciprocidad por el incalculable bien recibido. Sin embargo, llegó un momento en el cual los babalawos comenzaron a padecer la miseria, el hambre, el frío y la muerte prematura, mientras que para la mayoría de la gente el holocausto de estos seres humanos les fue indiferente. Aún así, los babalawos prosiguieron en el cumplimiento de su noble y sagrada misión, hasta que casi llegaron a extinguirse por inanición. Ya sus fuerzas habían tocado fondo.

Mientras todo esto sucedía la mayoría de la gente se olvidaba rápidamente del beneficio recibido de manos de aquellos religiosos. Muchos habían sido curados de graves enfermedades, otros se habían salvado de mortales accidentes, otros habían recuperado la felicidad y la paz de sus vidas y familias, otros habían hecho grandes fortunas, otros fueron salvados de la muerte y la desgracia, y así, la lista de beneficios obtenidos por la gente, de manos de aquellos dedicados sacerdotes, se hacia interminable. Pero, sin embargo, el ser humano ponía de manifiesto su febril egoísmo, al desconocer de manera irrespetuosa las necesidades vitales de aquellos, por cuya intermediación, habían recibido la caridad de los Orisas y ancestros.

Y, Orunmila prosiguió con el mensaje...

“Porque hasta hoy he visto con gran tristeza, cómo muchos seres humanos, tan rápidamente olvidan el bien que reciben. Es menester entonces, ante tan abusivo egoísmo, que vosotros no vivan a expensas de la buena voluntad, la iniciativa humanitaria y la caridad de quienes cada vez más, demuestran con sus actitudes, la indiferencia y el desprecio que sienten por todo aquello que consiguen fácilmente. La mayoría de los hombres han aprendido equivocadamente a darle valor material a todo lo que les concierne. La mercadería que ustedes ofrecen no tiene un valor material, porque ella misma, en sí, no es material; pero sin embargo, les puedo asegurar que, la salud, el amor, la paz, el equilibrio, la vida misma y la salvación que a través de ustedes ellos obtienen, no puede ser valorado materialmente, porque ningún ser humano puede pagar el verdadero valor que estos aspectos tienen en sus vidas”.

“Por todo lo que les he dicho hasta aquí, a partir de estos momentos toda acción vuestra, a título personal o a favor de terceras personas, que implique una participación directa o indirecta de algún Orisa o ancestro, sea cual fuere ésta, tendrá que ser recompensada materialmente siempre, mediante la ofrenda de animales u objetos valiosos de cambio, que obliguen al beneficiario de nuestros favores, a demostrar en todo momento, una acción reciproca que nos demuestre su disposición al sacrificio, cualquiera que este sea, a cambio de la caridad incalculable que recibe”.

“El ser humano ha recibido de nosotros los Orisas la vida y la naturaleza para que crezca, se desarrolle y se engrandezca mediante el sacrificio, la honestidad, la justicia y el amor a sus semejantes. Grandes cosas hemos hecho previamente para ellos a fin de facilitarles el camino, pero una vez más ahora se hacen los desentendidos y se autoconsideran con el derecho a recibir gratuitamente vuestro sacrificio unido a nuestros favores. Sin embargo, ante tales actitudes, a partir de ahora nuestros favores y vuestro trabajo tendrán que ser recompensados materialmente por todo aquel que les requiera”.
“Cada babalawo deberá exigir siempre el `derecho de Orisa´ o contrapartida material, previa o posteriormente a la consumación de su trabajo. Y, dejará claro con cada cual, que el pago de esos derechos, en ningún momento significará que se ha comprado el favor de los Orisas o ancestros. El abono de los mencionados derechos siempre será una representación simbólica del espíritu de sacrificio de la persona que solicite vuestros servicios, pero a nosotros nos corresponderá siempre la última palabra, con respecto a si concedemos o no, el favor solicitado, solamente después de haber valorado si esa persona ha hecho lo suficiente para merecer nuestra ayuda”.

“Los hombres deben dedicar sus vidas a labrar la madera, a cultivar los campos, a cazar, a pescar, a curar enfermos, a enseñar a los niños, a cuidar los animales, a las labores artísticas, a extraer las riquezas naturales...pero también hay quienes tienen la sagrada misión de servir de intermediarios entre los hombres y sus dioses, dedicando su tiempo y su vida a tan noble y encomiable labor...¡y por ello tienen tanto derecho a recibir lo mismo que los demás!. La labor de ustedes, es una labor tan socialmente importante como cualquier otra, y por ello deben recibir lo necesario para vivir dignamente entre sus semejantes. Por tanto, si la gente no es capaz de reconocer en toda su magnitud el valor de vuestro trabajo, entonces que a partir de ahora aprendan que la caridad hay que merecerla, que ésta requiere acción y trabajo, que por ello también tiene un precio, y que a quienes son aptos por sus consagraciones y Asé para tramitarla -vosotros-, también tendrán que pagarles, en su justa medida, por su trabajo”.

“Por lo dicho, decreto que...:”

“No habrá acción vuestra, ni nuestra, que quede libre de derechos, excepto cuando previamente nosotros dispongamos lo contrario. Ello significa que, la caridad y su justa administración será cuestión exclusiva de vuestros Orisas, y en ningún momento de alguno de vosotros. Si una persona, por sus actitudes en vidas pasadas o en la presente, merece ser premiada con una caridad, librándola de derechos, será exclusivamente un asunto a determinar por nosotros, vuestros Orisas...”

A partir del momento en que el mensaje de Orunmila fue recibido por los sacerdotes las cosas cambiaron mucho para éstos. La gente aceptó y se adaptó rápidamente al “derecho”. Por ello, cualquier olorisa o babalawo, donde quiera que se encuentre, esta obligado a cobrar los “derechos” de Orisa para que sus rogaciones y trabajos tengan la bendición y el Asé suficiente; de lo contrario, y sobre todo si la situación se repite, puede llegar a perder el Asé y el privilegio que le ha sido otorgado por nuestras deidades.

Después de repasar lo anterior, se comprende perfectamente porqué, iniciarse o recibir los Ilekes (collares) de nuestra religión, cuesta dinero; porqué recibir Ajagun (Orisas Guerreros), cuesta dinero; porqué recibir otras consagraciones y fundamentos, cuesta dinero; porqué hacer Elehan (asentar Orisa), cuesta dinero; porqué hacer Itefa (hacer ifá), cuesta dinero; porqué realizar una simple rogación o ebó, también cuesta dinero.

También cada etapa de formación religiosa requiere un largo y duro camino a recorrer, así como un gran esfuerzo y tiempo de la vida útil de una persona, por lo cual ésta no sólo está limitada a recibir recompensa y reconocimiento por parte de los Orisas, sino, también de sus semejantes.
Todo puede resumirse en largos años de esfuerzos y sacrificios en pos de una formación adecuada que les permita a los iniciados, estar en condiciones optimas para ayudar a los demás. No hay diferencias entre el tiempo, el esfuerzo, el sacrificio, la disciplina y la dedicación que un iniciado dedica a su formación religiosa dentro de la Religión Yoruba Tradicional y/o Ancestral, y el que otro miembro de la sociedad, sea éste quien sea, dedica a formarse en cualquier otra disciplina del conocimiento humano. En ambos casos, tanto uno como el otro, son igualmente útiles a la sociedad, y por tanto, poseen los mismos derechos a ser remunerados material y espiritualmente por su trabajo.

No hay motivos lógicos y razonables para pensar que un sacerdote y/o sacerdotisa Orisa, por el simple hecho de ser un religioso(a), está obligado(a) al altruismo...entonces, ¿quién le brindaría el sustento a este sujeto?. ¿Cómo se calzaría y se vestiría?. ¿Cómo cubriría sus gastos más elementales?. ¿Cómo y dónde viviría?. ¿Cómo podría acceder a la salud pública, a los hospitales, a la asistencia médica en general?.

A pesar de que el propio Orunmila ya lo reconoció una vez, ¿creen vosotros que nuestro sacerdote y/o sacerdotisa, de verdad, podría vivir a expensas de la voluntad y la caridad pública..? ¡Claro que no es posible!

A un médico cualquiera -el cual lógicamente ha comprometido su vida bajo el obligatorio juramento hipocrático de no denegar jamás el auxilio a un ser humano-, cuya labor social es inminentemente humanitaria e importante para preservar la salud de la sociedad en la que vive, si no se le paga una retribución por sus servicios, sencillamente no trabaja, pues aunque quiera, humanamente no puede hacerlo. Tampoco a nadie se le ocurriría que éstos vivieran de la caridad pública o de la voluntad de la gente; si ello fuese así no existirían médicos en nuestra sociedad, pues nadie estaría dispuesto a pasarse años estudiando para al final quedar a expensas de la voluntad ajena. Sin embargo, a pesar de que la profesión de médico implica un alto sentido de la humanidad y el sacrificio por los demás, una gran parte de nuestros médicos lucran y se enriquecen con su “humanitaria profesión” exigiendo precios elevadísimos -a veces impagables por los desposeídos-, por cualquier intervención quirúrgica o por un simple tratamiento para adelgazar. Pero la gente parece aceptar esto como algo inexorable, que tiene que ser así, porque sí, y nada más.

Mientras todo esto es una realidad, a mucha gente no se le ocurre pensar que un sacerdote nuestro también dedica toda su vida a estudiar y a prepararse para ayudarles de muchas maneras. Es como la ley del embudo; lo ancho para unos y lo estrecho para otros. ¿Y, por qué?. Piénsenlo vosotros mismos y verán que es una total injusticia social. Tal vez algunos piensen que sacerdote y/o sacerdotisa puede ser cualquiera, y que detrás de estas ocupaciones se encubren muchas formas de fraude y engaño; ello es cierto también, pero, ¿acaso no hay también muchos profesionales malvados e inescrupulosos en nuestra sociedad?.

Para mucha gente es muy fácil pensar que por un bien recibido del más allá, por mediación de un sacerdote, el pago por los servicios de éste corre exclusivamente a cargo de los dioses. Aquí se aplica estúpida y egoístamente la relación patrón y empleado; estiman que como el sacerdote es empleado de las deidades, son estas las que deben recompensarle por su trabajo...¡nada más absurdo!.

Los sacerdotes y/o sacerdotisas Orisa-Ifa también son seres humanos; nacen, viven y mueren como todos los seres humanos; básicamente tienen las mismas necesidades materiales de vida que los demás, y el servicio social que prestan a la humanidad, lo realizan en la tierra, entre los seres humanos, por tanto, también tienen que vivir como seres humanos…

Pero, si el legítimo derecho a la remuneración por sus servicios debe ser respetado y reconocido a nuestros sacerdotes y sacerdotisas Orisa-Ifá, quienes deben percibir ‘lo justo’ por sus servicios, ello no debe ser confundido con el abuso y la especulación. Nuestros sacerdotes y sacerdotisas Orisa-Ifá no deben nunca lucrar por la prestación de sus servicios, no deben nunca vivir parasitariamente a costas de sus seguidores, no deben nunca convertirse en una carga social… Porque ellos y ellas tienen el sagrado deber de ser ejemplos vivos de modestia, humildad y de servir a la sociedad a cambio del pago justo por sus servicios.

O digba kan na,

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