Observar y observarse a si mismo........

Mo wo wehin
emi o mo ona ti mo nto
mo wo iwaju
mi o ri opin re
kadara o se ri

Awon lawo to difa
fun Ori
to fe mo ibere ati opin aye re
won ni ebo ni koru
ki o le mo ohun gbogbo
o ko ko gbo riru ebo
ti awon awo re yan fun
ko le mo ojo iwaju
ojo oni
ojo ola ara re
ko le mo bi igbesi aye re yio se ri

A da Ori saye
lai ni imo ati oye
bi ojo iwaju re
ojo oni re
ojo ola re
imo re ko de be
ko ni oye
toripe ko rubo

Won so fun pe
ebo to ko ti ko ru
a o ni fun ni ogbon ati oye
afi awon to gbo riru ebi nikan
ni yio ni oye

Mo wo ehin wo
ona ti mo nto ko ye mi
mo wo waju
mi o ri opin ona
ko si eni to mo kadara
awon lawo to difa fun Ori
to fe mo ojo iwaju ati ojo ola ara re

Ori igbo
ori okuta inu odo
ori apata
ori ina
ori afefe
ori imole
ori omi
won o le ni imo ojo ana
ojo oni
ojo ola
ori nbe nibi gbogbo
sugbon a o fi awon nkan ye won

Ki ba kere
ko le fi oju ri
irawo oju orun
ati awon nkan mi to wa ninu re
ero ati ise re
ni yio wa be lai lai
ko le ni imo ojo ola
owo otun re ko le kan abiya
ero re ati owo re ko le kan sanmo

“Observar y observarse a sí mismo son dos cosas diferentes. Ambas exigen atención. Pero en la observación, la atención es orientada exteriormente a través de los sentidos. En la observación de sí la atención es orientada interiormente, y para ello no hay órgano de los sentidos. Es esta una razón por la que la observación de sí es más difícil que la observación.
En la ciencia moderna solo lo observable es considerado real. Todo lo que no sea materia de observación por los sentidos o por los sentidos ayudados por telescopios, microscopios y otros delicados instrumentos ópticos, eléctricos y químicos, queda descartado. A veces se afirmo que uno de los fines generales de este trabajo es el de unir la ciencia, de Occidente con la sabiduría de Oriente. Ahora bien, si definimos el punto de partida de la ciencia occidental en su lado practico como lo observable, ¿como definiremos el punto de partida del trabajo?
Podemos definir el punto de partida del trabajo como lo auto-observable. Empieza, en el lado practico, con la observación de sí.
Los dos puntos de partida nos llevan a direcciones por entero diferentes. Un hombre puede pasar toda su vida observando el mundo fenoménico —las estrellas, los átomos, las células.
Lograra gran acopio de esta clase de conocimientos, esto es, el conocimiento del mundo externo, todo ese aspecto del universo que puede ser descubierto por los sentidos, con ayuda o no. Esta es una clase de conocimiento y por medio de el se pueden producir cambios. Los cambios se producen en el mundo externo. Las condiciones exteriores, experimentadas por los sentidos se pueden mejorar. Es posible inventar toda clase de mejoras, de comodidades y de métodos más fáciles. Todo ese conocimiento, si fuera empleado de un modo correcto, solo redundaría en beneficio de la humanidad al cambiar su medio ambiente externo para su propio provecho. Pero esta clase de conocimiento de lo externo solo puede cambiar lo externo. No puede cambiar al hombre en sí mismo.
La clase de conocimiento que cambia internamente a un hombre no se puede lograr simplemente por medio de la observación. No está en esta dirección, es decir, en la dirección de los sentidos volcados exteriormente. Otro conocimiento es posible al hombre y este conocimiento empieza por la observación de sí. Esta clase de conocimiento no se obtiene a través de los sentidos, porque, como hemos dicho, no poseemos ningún órgano sensorial que puede ser volcado interiormente y por cuyo medio sea posible observarse con tanta facilidad como se observa una mesa o una casa.
Mientras la primera clase de conocimiento puede cambiar las condiciones externas de la vida para el hombre, la segunda clase de conocimiento cambia al hombre mismo. La observación es un medio para cambiar el mundo, mientras que la observación de sí es un medio para cambiar el yo.
Pero si bien esto es así, con el fin de aprender algo, es preciso empezar desde el conocimiento mismo y el conocimiento, sea cual fuere la clase a que pertenezca, empieza desde los sentidos. El conocimiento de este sistema de enseñanza empieza prestando atención a ellos, esto es, empieza por medio de los sentidos. Es menester decir a un hombre que se observe a sí mismo y en qué sentido debe observarse a sí mismo y las razones por las cuales debe observarse a sí mismo, etc. Y sea cual fuere lo que oye o lee a este respecto, debe penetrar ante todo a través de sus sentidos. Desde este punto de vista la clase de conocimiento de que habla el trabajo empieza desde el plano de lo observable, tal como lo hace la enseñanza de cualquier ciencia.
Un hombre debe empezar por prestar atención externa al trabajo. Debe observar lo que se dice, lo que lee sobre el particular, etc. En otras palabras, el trabajo toca el plano de los sentidos. Por esta razón puede mezclarse muy fácilmente con la clase de conocimiento que solo llega a través del estudio de lo que los sentidos muestran, como si el trabajo estuviese colocado a lo largo de este conocimiento o fuera ocultado por el. Y a menos que un hombre tenga el poder de distinguir la naturaleza o calidad del conocimiento enseñado por este trabajo y el conocimiento ensenado por la ciencia, es decir, a menos que tenga en el, el “centro magnético”, que puede diferenciar las calidades del conocimiento esta mezcla de los dos planos u órdenes de conocimiento producirá la confusión en el. Y esta confusión permanece aunque una persona siga en el trabajo, a no ser que haga un esfuerzo para permitir que el trabajo ocupe en el, el lugar que le corresponde. Es decir, juzgara el trabajo solo por lo que ve y por las otras personas que se hallan fuera de el. El trabajo permanecerá, por así decirlo, en el nivel de los sentidos.
¿Cuál es entonces la naturaleza del esfuerzo que debe realizar una persona a este respecto? Es preciso que efectué una separación en su mente entre dos órdenes diferentes de realidad. El hombre se halla entre dos mundos, un mundo externo visible, que penetra por los sentidos y es compartido por todos, y un mundo interno que ninguno de sus sentidos encuentra, que no es compartido por nadie, es decir, cuyo acceso es singularmente individual, porque aunque toda la gente pueda observarlo, solo el puede observarse sí mismo. Este mundo interno es la segunda realidad, y es invisible.”

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